La amistad es un sentimiento especial, algo que no
te viene dado, que te lo tienes que trabajar. Es la forma de comportarte
con tus semejantes, lo que hará que trabes amistades y que las conserves, o que
en tu vida te veas más solo que el ciprés de Silos. Mas cuánta paciencia has de
acumular y retener para esa "conservación".
Ella era una persona sencilla, normal, de gustos también
normales, sin hábitos ni vicios sobresalientes que llamasen la atención de
nadie. Solo reseñar una pequeña y algo costosa costumbre o defecto,
aunque bastante habitual en la gente, pero que no acarreaba preocupantes
consecuencias: su excesiva adicción a comprarse atuendos y vestimentas. Su
lema era: "por el cambio".
Quizá todo le viniese dado por reminiscencias en el
recuerdo, producto de la posguerra, cuando tenía que heredar los zapatos de su
hermano mayor, o vestidos remodelados por una experta costurera, heredados
también, de su mamá. Esto tal vez la marcó, de ahí el deseo de poseer más ropa
de la que pudiese necesitar, por el placer de tenerla.
Visitaba con cierta frecuencia el Delchi del
barrio y con más moderación la boutique más cercana que importaba artículos de
gran categoría para ocasiones especiales. Las incursiones a Delchi
las efectuaba sin que saliese de sus labios ni un solo comentario que llegase a
oídos de sus amigas, porque ¡horror! nadie debía enterarse de que aquel
vestidito mono o aquel sueter que le estaba muy bien, procedía de
donde procedía.
- ¡Qué bien te sienta!¿Donde lo adquiriste?
Lógicamente mentía:
- No recuerdo exactamente el nombre de la boutique.
Indudablemente era por el centro.
Tenía la seguridad de no ser descubierta ya que sus
amigas nunca pisaban esos comercios, ¡faltaría más!
Y es que todas, diametralmente opuestas a ella en muchas
cosas (pero especialmente en lo tocante al vestir) gustaban de recabar marcas
en sus compras y alardear un poco de ellas.
El sentir un cierto desazón, al estar presente en
conversaciones en donde se presume de elegancia y buen gusto, cuando una
no llega más allá de un "Tuchi" en sus compras, proclama la
inseguridad en uno mismo, y hay que desechar ese sentimiento, porque cada uno
debe estar feliz de ser como es. Podemos perdonar ese complejo, si
descubrimos en ella, el recuerdo de los zapatos heredados y el vestido de
mamá.
¡La amistad! Sentimiento que ennoblece al ser humano y es
digna de conservar aunque requiera de un previo estudio, sobre todo,
si se trata de la amistad entre mujeres.
Hay en este colectivo varios componentes contradictorios.
Existe la devoción de las unas hacia las otras, el cariño indestructible, la
defensa a ultranza, y el ataque solapado, ¿se puede dar mayor incoherencia? Se
puede dar. Es paradójico, pero existe la alabanza y la crítica a la vez.
Ella sintió en sus carnes esta contraposición. Vulneraban
su personalidad cuando recibía, del amado grupo de amigas,
"moderadas" críticas, pero críticas al fin y al cabo.
- Ponte pendientes. Las orejas a ciertas edades, se
descuelgan, y hace muy feo no llevar, y poco elegante.
- Mira, esto que tiene tanto brillo es lo que te
gusta tanto comprarte ¿no?
- ¿Por qué no te pones esas otras sillas en el
vestíbulo...?
- Esos marcos de fotos estarían mejor en ese otro
velador...
Y así, algunas que otras opiniones no requeridas por
nuestra protagonista.
Ella lo aceptaba todo sonriendo por mor de la amistad. No
quería polémicas ni enfrentamientos que no conducían a buen puerto. Por
contra, se sentía querida y admirada en otros aspectos. Esta es la paradoja a
la que me refería.
Así es que llegó a la conclusión, de que la amistad puede
ser cruel en ocasiones, pero tiene sus recompensas y que la contrarréplica es
peligrosa ya que puede terminar con "la recóndita armonía". Es
aconsejable esperar a que llegue la hora de resarcirse con una dulce revancha.
Y ahora es feliz, porque ha decidido ser ella misma
y hacer de su capa un sayo sin molestarse por lo que digan.
María Ángeles Morera Serrano