16 agosto 2017

Un cuento de verano para niños


Yo vi una sirena azul
como el mar en que habitaba.
La acunaban las olas de espuma
y las verdes algas.
La brisa del mar
que apenas hablaba,
deslizaba en su oído susurros
de tiernas palabras.
- No me cierres nunca tus ojos hermosos
  que si no los miro 
muero de añoranza.


Sentada en la arena
su cola alargaba,
cuando el rojo sol se escondía entre rocas
apagando cansado sus llamas.


La bella sirena
cantaba, cantaba
con voz cristalina de aguas saladas.
Y la blanca luna, redonda, en el cielo,
siempre silenciosa
con ternura y placer la escuchaba.


Al oírla, la brisa marina,
la envolvió asustada.
- No cantes, sirena
calla, calla, calla...
porque he visto una sombra
allá, agazapada,
y te escuchan humanos oídos
en aquella cala,
y unos ojos codiciosos miran
buscando los tuyos
deseando mentirte palabras 


Huyó la sirena,
su figura con brillos de nácar
envolviose con las negras olas
surcando las aguas.


Se quedó silenciosa la noche
besaron las olas la arena mojada 
con un suave beso de espuma muy blanca
donde la sirena dejara su huella,
su huella impregnada 
de aromas salinos
y escamas de plata.


El viento, un suspiro
lanzó de nostalgia.
La luna, en lo alto, entre roja y blanca
miraba expectante
como en lontananza,
el mar con el cielo siempre se juntaban,
formose de pronto un gran remolino
y la Sireníta surgió de las aguas.


Y cantó sin miedo 
con voz aniñada
hasta que a la noche 
siguió la alborada.