29 junio 2018

Mi vida es la poesía



Como un embrión. Como un germen que se va desarrollando, formándose, y apoderándose de un importante espacio en el interior de tu mente. Como algo que ha crecido sin que tú intervinieses, así se ha ido abriendo en mi vida el amor a lo bello, a todo cuanto deleita la mirada, si ésta sabe captarlo, descubrirlo, admirarlo. Yo siento esa pasión. Solo es necesario estar abierta a cuanto te rodea intentando extraer lo mejor, de lo que te envuelve y maravilla y produce en ti un gozo extraordinario incapaz de describirlo sin producir  extrañeza y escepticismo en quien te escucha. Contaba  el escritor ruso León Tolstoi, cuyas ideas sobre la no violencia tuvieron un profundo impacto en personajes como Gandhi, una narración que me conmovió  por la belleza de la historia...

Había un perro muerto en una senda por donde caminaba Jesús con la gente que lo acompañaba. Todos soslayaban al perro que presentaba un espectáculo desagradable e inmundo. Jesús los escuchó y dirigiendo una mirada de compasión al animal se acercó y lo contempló amorosamente. Aquella carroña no despertaba ningún sentimiento, pero Jesús desprendía un halo de amor hacia el  pobre perro y musitó con voz pausada, compasiva y dulce:"¡Sus dientes son más blancos y hermosos que las perlas!". Y alzando sus ojos al cielo siguió su camino. 

Eso es saber extraer, aún de lo más desagradable e ingrato, lo que pueda haber de positivo y bello.

Cuando sentada en la linde de un camino descubres las flores que van creciendo en las laderas, de distinto tamaño, forma y color, flores humildes que pisa y machaca el caminante sin ningún cuidado, dejas de observar la belleza que muestran. Párate, respira profundamente y contempla aquello que has pisoteado. Alarga tu mano, con sumo cuidado coge la flor, con el mismo amor que Jesús contempló al perro, y obsérvala. ¡Qué maravilla dentro de su humildad! Sus pétalos, sus estambres, sus pistilos, el sépalo sujetando el cáliz de la flor... cada una de ellas distinta. Amarillas, blancas moradas, pequeñas sinfonías de colores, sin perfume, pero con una belleza no menor a las flores qué ostentan los grandes setos y jardines. 
   
Yo he sentido al fijarme en ellas detenidamente gran admiración por su ignorada hermosura, y he sentido la necesidad de hablar, hablar de ellas, darles con mi deseo de encumbrarlas el lugar que les correspondería estar en el escaparate de la vida.


Y hablando de belleza, ¿cuántas veces nos hemos sentido admirados ante la profusión de matices y colores que se forman ante una puesta borrascosa de sol, deleite para la retina y gozo para el espíritu que siente que estos espectáculos son irreales y solo el éxtasis nos envuelve dejándonos, casi sin respiración?

Escribía el poeta cubano José Martí " ¿Quién es el ignorante que sostiene que la poesía no es necesaria a los pueblos? Hay gentes de tan corta vista mental que creen que toda la fruta se acaba en la cáscara". La poesía es el lenguaje del alma.



Amar, gozar, recrearse en lo que deslumbra la vista y los sentidos. Todos podemos poseer esa cualidad que no necesita de fortunas ni de grandes estatus sociales. El más humilde de los seres humanos es el dueño de todo cuanto existe en la Creación. No tengo envidia de nadie, poseo todo cuanto deseo, que siendo poco, es todo mi universo, y sólo ante el Sumo Creador, mi alma agradecida, rendirá, su admiración ante su magnanimidad. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario