06 enero 2014

Navidad

   


Navidad, palabra que procede del latín (Nativitas, atem) y que significa nacimiento, pero no un nacimiento normal, sino el de un ser muy singular de gran trascendencia en la historia universal e imprescindible para todos los cristianos.

Esta fiesta que celebra la Iglesia Católica y todas las Iglesias cristianas desde tiempo inmemorial, gracias al desmesurado afán del género humano de sacar tajada de todo cuanto suponga ganar dinero, ha convertido el acontecimiento en casi una patochada, y es de todo menos lo que debiera ser, exceptuando dentro de los hogares cristianos y en los templos.


Yo, desde mi humilde condición de creyente, quiero reivindicar la trascendencia que tiene el hecho, especialmente para el espíritu.






FLASH NAVIDEÑO  

La amarilla sonrisa de la aurora bañó la tierra
se escuchaba un llanto.
Lanzó un suspiro el monte y fue una hora
que envolvió el mundo de un extraño encanto.

El espeso silencio se distiende.
A mirtos y a retama huele el aire.
Con temblores de espacios descubiertos 
palpitaban los pechos de una madre
y unos ojos cubiertos de ternura
besaban sin tocarle.

"En un momento todo fue cumplido..."
Tanto tiempo de espera delirante
encerrada en un mundo de misterios,
de palabras eternas, de mensajes...

¿Cómo ha de ser?- Y había sucedido:
El Niño estaba allí. Era su carne.
El lugar está húmedo. Hace frío.
Todo se ha detenido en un instante.

Está temblando la pequeña vida
y tiembla la doncella al contemplarle
e inclina la cabeza y, dulcemente
cubre con su cabello al tierno infante.

Todo es misterio allí, pobre y patético.
Una vara pujante del tronco de Jessé ha florecido
y el mundo se estremece al contemplarle.

La niña mira al hombre,
le sonríe.
Sus ojos van errantes,
del pequeño que duerme, hacia la inmensa
profundidad del cielo, interrogantes.


María Ángeles Morera Serrano

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