18 septiembre 2013

Creer, crecer


"Me has dado el origen...."
"Aquí estoy, para hacer tu voluntad. Señor, lo quiero y llevo tu ley en las entrañas..."

Creer es un acto de la voluntad del individuo. Toda la trayectoria de la vida humana es un aprendizaje. Todo ser humano dotado por su Creador de libre albedrío (potestad de decidir uno mismo lo que quiere hacer de su vida) entraña que las enseñanzas recibidas en el entorno familiar, no determinen su destino. Solo a él le corresponderá el acierto o el equívoco en el que incurra a lo largo de su existencia. No deberá culpar a nadie, ni a sus semejantes ni a Dios, de lo que decida ser o hacer. Ha hecho de esa libertad, gratuitamente donada, lo que voluntariamente ha querido.


Por eso pienso que creer o no creer, la decisión más importante, es un acto de tu voluntad. Hacer crecer la semilla, depositada por el Sumo Hacedor, en toda criatura humana, sin excepción alguna, sin excluir a nadie, dando a todos las mismas oportunidades, nos hace responsables del uso de esa libertad.

Por mi parte, elegí desde lo más profundo de mi yo aceptar todo cuanto Él tuviese pensado para mí a lo largo de mi vida y me he dejado llevar por el torrente de su Amor y nunca me he arrepentido.

Él es como esa roca, que dice el Salmo, que nunca falla. No pretendo que me saque de los atolladeros en que yo me pueda meter, si no que no me abandone para que pueda salir de ellos sin grandes dificultades.

Esta decisión, tomada libremente, permite que crezcas por dentro de manera que ya no eres tú el que conduce tu vida, si no el Espíritu que te lleva asombrosamente, de la mejor manera para tu crecimiento personal.




YO EN TI CREO

Oh Dios de lo absoluto y de lo inmenso
Sumo Hacedor, origen de la vida.
Mira con compasión al que te admira
y se debate sabiéndose indefenso.

Tú eres el Ideal que me subyuga,
búsqueda en la ignorancia que te advierte,
que presintiéndote brega por quererte
rogando en soledad tu eterna ayuda.

En este caminar por la locura
del no saber, te siento muy adentro...
te apoderas de mi en el pensamiento
y dentro de tu Amor estoy segura.

Penetras en el hombre que te intuye
le empapas todo a él, con esa Esencia,
que es como el potencial de tu presencia,
que nada y nadie, nunca lo destruye.

Te siente el hombre en sí, más no lo sabe.
Que no está solo, de eso está consciente.
Y se deja llevar por la corriente
de ese mar que lo envuelve con ternura.

Serás o no serás, más yo te amo.
Y has de existir. Tan fuerte es mi deseo
que escrito está en mi mente: "yo en Ti creo"
y tendida hacia Tí está mi mano.

María Ángeles Morera Serrano

05 septiembre 2013

Reflexiones que dan que pensar




Imaginaos que caminais durante ¡toda una larga vida! con una mochila colgada sobre la espalda, de un inmenso peso que, en ocasiones, resulta insoportable. Y caminas, caminas toda una jornada con esa carga pesada que te incomoda, porque te impide aligerar tu paso.

Y entonces llega un día en que decides ir desprendiéndote, en parte, de algo que puedas considerar prescindible, y echas del fardo un montón de cosas inútiles, y un soplo de aire puro y positivo entra en tu pecho. El paso se ha hecho más ligero, lo rechazado no era necesario para la travesía y te ha estado frenando, sin dejarte disfrutar del paisaje, durante tantos momentos. De pronto la zancada es más larga, a la par que eres más consciente también de esa ligereza. Empiezas a percatarte de todo lo bello que a lo largo del viaje te perdiste, obsesionada por el peso y la carga.

¿Qué fue lo que despertó en ti el deseo de aligerar tu espíritu? El ser humano está condicionado por el entorno en el cual se desarrolla: su familia, el lugar donde se educa, la gente que le rodea etc, etc... Y así se va configurando su personalidad de forma que todos estos condicionantes (lugares, gentes, ideas trasmitidas, crianza...) impregnan su yo, de forma que ya no es uno mismo, sino un poco de todo de lo que le van trasmitiendo los demás, quienes han influido para formar o deformar su espíritu.

La complejidad de este hecho está en que el ser humano, dotado por Dios de una libertad innegociable que nada ni nadie le puede arrebatar, llegado un momento en el curso de su vida decide hacer uso de ella, de la libertad de pensar por sí mismo y no inducido por los criterios de otros. Entonces llega a conclusiones, razonamientos no impuestos por los demás, sino extraídos de los propios pensamientos.

A todo esto me refería cuando describo el ir desprendiéndome de "fardos" a lo largo de el viaje que es la vida.

Nadie debe condicionar tu libre albedrío. El pensar por tu cuenta en temas que te pueden confundir o intranquilizar, es importante.

Tú debes considerarte suficientemente capaz para decidir por cuenta propia si son acertadas o no tus opciones. No obstante, aceptar opiniones que afiancen las tuyas, que las refuercen e incluso que puedan cambiarlas (pero siempre sin anularlas), es hasta sano y conveniente.

María Ángeles Morera Serrano

Puigcerdà, vacación preciosa y algunas cuitas




Camping con sabor a cuento de hadas. La primera impresión que me causó al llegar fue que había retrocedido a la época de Heidi en los Alpes Suizos. Sus casitas de madera de pino rodeadas de un pequeño vallado y sus tejados inclinado a modo de cabañas recordaban las que vi en el norte de Francia en un viaje realizado hace ya tiempo, quizá por la proximidad de la frontera.

La pequeñez del recinto podía ser un ligero impedimento para nuestra comodidad, pero la buena disposición de nuestro ánimo no restó ilusión al acomodarnos. "Antes de entrar, dejen salir", nos propusimos.

Dos habitaciones, cuatro camas repartidas, tres en un dormitorio y una de matrimonio en la otra habitación. Una pequeña cocina completa de utensilios y un pequeño baño con ducha y todo. Todo pequeño y nosotros grandes, largos y anchos, ¿cómo hacer? Lo dicho...

- Pasa tú primero.
- No, tu.
- ¡No, tengo prisa! -tercia otro.
- Yo sí.
- Pues pasa tu.

Y así los ocho días, con mucha cortesía, eso sí, pero con ciertas impaciencias en apurados momentos.

Estos pequeños inconvenientes no fueron impedimento para que gozásemos de unos días de completa paz y disfrute, con sus excursiones a distintos y preciosos parajes.

Y así, desde el Camping Stel, partimos hacia el primer pueblo de la vecina Francia, "Bourge Madamme". Tocar suelo francés (aunque en la realidad todo era muy similar) prestaba cierta categoría a nuestra excursión. Sus letreros en lengua gala daban fe de que ya no estábamos en suelo español y mi pecho sintió el deseo de entonar aquella lejana canción de Estrellita Castro...

¡Ay de mi! ¿Por qué llorar?
¡Porque me alejo, España, de ti!
¡Porque me aparto de mi rosal!

Pero como estábamos a dos pasos de mi querida España, pensé "qué tontería, ¡si a la noche volvemos!" Pues ¡hala! a disfrutar. Mi ardor patrio se recompuso al recuerdo de nuestro pronto regreso del suelo extranjero.

Las excursiones se sucedieron una tras otra y así nuevos lugares como Foix, Alp, Ur, Saillagouse, fueron recreando nuestros ojos con sus bellos paisajes y sus empinadas calles empedradas, más propias de Calesas y Landós que de los múltiples modernos coches que circulaban por ellas.

Foix, especialmente, despertó nuestra atención. Un castillo medieval oteaba desde su considerable altura, como un celoso guardián, toda la ciudad. Su poderoso señor, el Conde de Foix Roger II, allá por el año 1112, fue el dueño de vidas y haciendas de aquellas tierras. Perteneciente a esta noble familia, no sé en qué grado, fue la Reina Doña. Germana de Foix, segunda esposa, después de la muerte de Isabel la Católica, del rey Fernando de Aragón El Católico. Esta reina, según cuentan las crónicas, está enterrada en Valencia y la ciudad le ha dedicado una calle, de ahí mi interés como valenciana.

En Alp, otro de los sitios preferidos, visitamos un mercadillo encantador, lleno de puestos de variados manjares, de tal calibre su género que no había bolsillo que resistiese. Degustamos algunas viandas y partimos sin comprar nada.

Fueron ocho días en los que tuvimos de todo (referente al clima): sol ardiente, aire fresco, tormentas aparatosas, tardes frías, pero todo con humor y felicidad. Ahora afrontemos de nuevo el regreso a la monotonía, pero que nadie nos quite lo vivido, o como se suele decir, "que nadie nos quite lo bailao".

María Ángeles Morera Serrano

Disfrutar de las pequeñas cosas...

                           

Recuerdo una mañana de verano. Mi padre dispuso haciendo uso de sus vacaciones, que la familia pasase un día de campo completo. A pie, como era preceptivo dada la escasez de comodidades de desplazamiento motorizado, recorrimos el largo y angosto camino que nos llevaba hasta el "bancal" elegido.

Yo estaba en esa edad en que disfrutas plenamente de la vida. Catorce años, llenos de "vagancia" aceptada por mis progenitores e irresponsablemente, querida por mí.

Elegí un frondoso algarrobo, abrí mi novela preferida y gocé plenamente de la brisa que proporcionaba la sombra de aquel milenario árbol. Tengo un bello recuerdo de ese día. El cielo de un azul intenso, como sólo en el cielo mediterráneo puede darse; el perfume aromático de tomillo, retama, romero y demás aromas que pueden percibirse en el monte, me embriagaban despertando el deseo de prolongar eternamente ese instante.

De pronto, a la voz de "¡A comer!", se me rompió el ensueño.

Lo que vino a continuación, que imagino sería placentero y agradable, no ha dejado rastro en mi memoria.

María Ángeles Morera Serrano