30 marzo 2015

Dedicado a Mi Padre (su Curación)



Mi corazón no llora, que ahora canta.
Ya no es gris para mi la primavera.
Ya golpea con toques de emociones 
la sangre por mis venas.


No es sutil ese cambio, es explosivo,
que un alto dique levanté a mi pena
y al abrirse un boquete de esperanza
derramóse con fuerza el alma entera.


Mucho fue mi dolor, mucha la angustia,
que en el largo calvario que el sufriera,
mi impotencia con rabia contemplaba
junto a su cabecera.


Nada podía hacer, y hacia lo Alto 
se elevó mi oración y mi tristeza.
¡Señor! ¡Señor! aparta ya este Cáliz,
que tan mermada está su resistencia
que apurarlo no puede y se derrumba
el tronco que era en casa apoyo y fuerza.

Debió llegar al cielo mi plegaria
tan empapada en lágrimas, con tal sabor a queja
que el Dios de Amor que vela por nosotros,
compadecióse de mi gran tristeza.

Ya se asienta otra vez con vigor nuevo
el puntal de mi casa. Ya de nuevo, 
preside nuestra mesa...

Y soy feliz , y río, y cuaja flores
de gozo, para mi la Primavera.


María Ángeles Morera Serrano

Los "Chupópteros"

       


Hablando con un amigo hace poco, me abrió los ojos sobre cierto fenómeno que voy observando. Me ocurre, cuando encuentro a ciertas personas que al preguntarles, por educación, ¿cómo estás? inmediatamente descargan sobre uno toda una retahíla de calamidades que uno no solicitaba saber, y que provocan una gran crisis de hipocondría. Al momento ya estás notando todos los síntomas descritos.

Él, o ella, sea cualesquiera su sexo, se va a casa o adonde haya de ir, tan campante, porque ha descargado en tu persona toda la energía negativa que poseía, te ha transferido mentalmente todos sus males, y tú te vas hecha una piltrafa, deseando llegar a tu casa y acostarte.

Huyo de estos "chupópteros", y de la positividad que te exprimen.

El que más o el que menos, lleva su propio fardo a cuestas, con la esperanza de poderlo sobrellevar con una buena dosis de de optimismo, ganada a fuerza de voluntad.

Así que evitaré mientras pueda, aun a costa de parecer insensible, al encontrarme con este extraño espécimen humano, el preguntarle por cortesía ¿como estás?...

María  Ángeles Morera Serrano

09 marzo 2015

Recuerdos de mi infancia. Mi colegio


                                            

Recordar, recordar... Empeño que deseo mantener y desarrollar. Huecos donde colocar retazos de mi vida. Rememorar es como volver a revivir todos los momentos gratos de la existencia brillantes en la memoria, para que no se pierdan en la lejanía del tiempo.

Época de posguerra. Crecimos al amparo de penurias y pobreza que se reflejaba en todos los rostros, pero sin hacer mella en nuestra temprana edad. Los pocos años nos libraban de percibir el estado de preocupación existente en el ambiente. Nuestro mundo no era otro que el de los juegos, con su inconsciente vitalidad.

Quiero hablar de mi colegio y de puntuales momentos vividos en él. 

Era éste un lugar de enseñanza habilitado y regido por religiosas de la orden de San Vicente de Paúl. 

No era un colegio al uso. Era un piso cuyo dueño, un sacerdote llamado D. Gordiano Ribera, había donado a la Orden para que ejercieran su trabajo de docencia.

Se accedía al recinto por  una pequeña puerta relativamente angosta, la cual daba a una antigua escalera por la que subíamos las colegialas como en una estampida, saltando de dos en dos los escalones, al grito de  "Ave María Purísima" hasta llegar a un vestíbulo convertido ya en aula. De éstas, solo había tres, la de las mayores, la de las medianas y la de las párvulas. Unos balcones a la calle eran toda la luz que recibía la estancia. A las niñas nos llamaba la atención un pequeño espacio, siempre cerrado, en el cual las monjas se despojaban del velo que les cubría las aladas y almidonadas tocas blancas, sin el cual no salían a la calle. Benditas mujeres, cuanto las enrabiábamos y cuanto las queríamos. Sores, así se las denominaba. Sor Dionisia, sor Trinidad, sor María...

Las buenas hermanas, muy distintas ellas a las monjas descritas en los guiones de los relatos fílmicos, de áspero y duro carácter, soportaban con buen talante y sobrada paciencia nuestros embates,
ingenuamente diabólicos, al relatarles, sin atender a sus protestas 
escandalizadas, la última película de amor que habíamos visto. Naturalmente la película no era otra que "Blancanieves", dada nuestra edad, la censura no permitía que viésemos otros argumentos de amor.

- Sor, para que se despertara Blancanieves, el príncipe le da un beso ¡en la boca!

- ¡Calle, calle, calle! -la pobre monja estaba escandalizada-Márchense a su sitio.

Risas por lo bajo...

- Pero Sor, ¡si besarse no tiene nada de particular! Mire, resulta que...

Sor Trinidad levantó la mirada severa, ni un atisbo de benevolencia
hacia nosotras se reflejaba en su rostro. La habíamos pifiado, y antes de que la chasca volase sobre nuestras cabezas, nos dispersamos rápidamente  hacia nuestros pupitres.

La chasca era un elemento disuasorio, a la vez que servia para llevar el ritmo del aprendizaje de las tablas de multiplicar:

- ¡Chac, chac, chac! ... Dos por una es dos, dos por dos cuatro, dos por tres seis. ¡Chac, chac, chac!... Esa era una forma de enseñar matemáticas, formando una larga fila, y dando vueltas alrededor de un círculo, chac, chac, chac. Pero no solo la función de la chasca era emitir un sonido rítmico, al compás del cual vociferábamos las tablas, también era el arma arrojadiza ante cualquier desmán, nuestro, de la cual la monja echaba mano,  aunque he de confesar que nunca daba en el blanco (no era el alma de las sores tan malvada).

Risas, juegos, mística unción ante el altar de la Virgen Milagrosa en el mes de María, alegre inocencia y cantos puros inflamados de amor.

Siento una ternura infinita ante el recuerdo de esos tiempos...

Es ciertamente arduo tratar de poner en un solo escrito todo un potencial de ideas sin que resulte tedioso y pesado para el lector, así que terminaré con un melancólico pensamiento dedicado a mis monjas, que deben estar todas con sus almidonadas tocas volando por el cielo.

Desengaño






Tuviste cuanto quiso tu capricho,
eras luz de mis ojos,
mi despertar, mi atardecer, mi noche,
yo en cambio para ti, solo un antojo.

Todo mi ser anhela el contemplarte,
cuando enredado en tu cabello rojo
siento el loco anhelo de agradarte
sin despertar tu enojo.

Me sonreía el sol y la mañana,
dicha y felicidad en mi camino;
pero un zarpazo fiero del destino,
truncó mi amor en hora muy temprana.

Mi alma se estremece al no olvidarte,
cuando tu indiferencia me ha marcado,
y has seguido tu vida rumbo aparte
sin pensar en el mal que me has causado.

Sé que te acordarás, pasado el  tiempo,
y querrás componer lo destrozado,
¡lo siento! tu momento ha terminado.
Mi amor voló, se diluyó en el viento.


María Ángeles Morera Serrano



05 marzo 2015

Getsemaní





Hoy te vi caminar entre las masas
y te vi respirar su mismo aliento,
y tus ojos velaban el tormento
al ver brillar los suyos como brasas.

No era el calor suave que caldea.
Eran brasas ardientes que consumen.
Era un torvo mirar de escalofrio
Era pasión insana. Era pelea.
Era insatisfacción y desafío.

"Un nuevo mandamiento os doy", sentías
sabor amargo al recordar: ¡que lejos
tu voz, legando amor, te parecía!

"!Getsemaní, Getsemaní de hinojos,
de nuevo con mi sangre te regara
y al cruento madero me abrazara
si la luz del amor viera en sus ojos!"

¡Padre, perdón! ¡perdón, Padre por ellos!
Se alzó fuerte tu voz que calma mares,
que llena los espacios siderales.
Tu voz, llena de amor, llanto caliente.

¡Humanidad: Contempla a este Cordero,
que por Amor se inmola nuevamente!


MaríaÁngeles Morera Serrano

02 marzo 2015

Desaliento


                                                 
   


Te buscaba, Señor, y mis ojos
tan cegados de humana miseria,
anegarse en Tu Luz no podían
aunque ellos quisieran.

Te buscaba, Señor, y mis plantas
agarradas con fuerza a la tierra
hacia ti no corrían veloces,
sabiéndote cerca.

Y mis labios, de mentiras llenos,
que lanzar ansiaban gritos de perdón,
como fuente enterrada celaban,
y torpes callaban,
el caudal de ternura esculpido
en la dura cantera de mi corazón.

Pero estabas allí, y esperabas,
con la eterna paciencia de Dios,
y con voz de infinito llamabas
con Tu mano divina tendida:
"Ven a mi, sin temor" me alentabas...

Si esta carne tan débil nos diste,
¿por qué libres, Señor, nos hiciste,
si por ella, de Ti, nos alejabas?


María Ángeles Morera Serrano