02 marzo 2015

Desaliento


                                                 
   


Te buscaba, Señor, y mis ojos
tan cegados de humana miseria,
anegarse en Tu Luz no podían
aunque ellos quisieran.

Te buscaba, Señor, y mis plantas
agarradas con fuerza a la tierra
hacia ti no corrían veloces,
sabiéndote cerca.

Y mis labios, de mentiras llenos,
que lanzar ansiaban gritos de perdón,
como fuente enterrada celaban,
y torpes callaban,
el caudal de ternura esculpido
en la dura cantera de mi corazón.

Pero estabas allí, y esperabas,
con la eterna paciencia de Dios,
y con voz de infinito llamabas
con Tu mano divina tendida:
"Ven a mi, sin temor" me alentabas...

Si esta carne tan débil nos diste,
¿por qué libres, Señor, nos hiciste,
si por ella, de Ti, nos alejabas?


María Ángeles Morera Serrano

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