12 agosto 2013

Fiat Lux



Hola, amigos, amigas, familia y más gente que no me conoce y que debiera conocerme.

Perdonad la intrusión en un terreno que es para mí totalmente desconocido y yo diría que hasta abrupto, por inexplorado aunque sumamente atrayente.

Quizás he sido algo pretenciosa al convencerme a mí misma de que puedo crear un espacio para mí solita, en donde plasmar, sin rubor alguno, todo lo que se gesta en mi más profundo interior; yo, mi, me, conmigo.

Quizás esa niña que en algún tiempo fui, o la joven tímida que todavía en algún rincón de mi mente vive, me empujan, a pesar de mi edad, a lanzarme a lo que para mí es una aventura simpática.

Empiezo por declarar que soy poeta. Por trasnochado y quizás algo anticuado que suene este término, llevo en mi código genético la semilla, el germen de la poesía. Es una herencia de la que estoy orgullosa y que me da satisfacciones múltiples, aunque ni un pajolero "duro".

Así que pensé: "He oído hablar de algo que se llama blog, en donde puedo poner mis poemas escritos desde tiempo inmemorial. ¡Esta es la mía!" y me puse a la conquista de lo desconocido.

Quién me hubiese dicho a mí hace un año, cuando junto a mi esposo hacía burla, mofa, befa, etc... de cuanto olía a tecnología cibernética, esta locura que se ha apoderado de la sociedad. Solíamos comentar los dos con cierta ironía, no exenta de envidia, las palabras empleadas en estas prácticas.
Era frecuente en nosotros, delante de nuestros hijos y nietos, con perversidad patente decir:

- Es que ha recibido un "emilio"...
ó
- Está mandando un "guasap"

Y así, utilizábamos vocablos como "Tuiter", "Gemail", "Yotub", "Escaip", etc... dicho así como suena, pues yo no tengo ni "p" idea de inglés (soy española hasta la médula), como tantas y tantos españolitos de a pie, empezando por muchos políticos.

Como iba diciendo, solíamos lanzar estas puyas, satisfechos de nuestra sabia experiencia de años, libres de estas ataduras sociales. Pero he aquí, que descubrí miradas de complicidad por parte de los míos, como diciendo: "Pobres abuelos..." Y observadora como soy, al advertir ese oculto sentimiento de conmiseración, no pude resistir el impulso de hacerme una "grandmother" navegadora. Y me puse a ello.

¿Cómo debía abordar la cosa? Pregunté, pregunté y pregunté. Insistí, insistí e insistí... Y cansados de mis reiteradas ansias de saber, me explicaron todo lo que era capaz de entender (que no es mucho de momento) y aquí estoy empezando mi andadura.

Llegada a este punto, podría preguntarme: "¿A quién puede interesar lo que yo sienta o diga?" Pues... a mí. No me importa lo más mínimo que no interese a nadie. Es como cuando se habla a solas. Según algún sabio ha dicho (no sé sí creérmelo), el hablar consigo mismo es signo de inteligencia.

Así que voy a escribir para mí, por el placer de hacerlo. No es hedonismo, es quererse a una misma, que es una magnífica cualidad.





María Ángeles Morera Serrano

No hay comentarios:

Publicar un comentario