30 agosto 2013

Recordando a Mila



Ya llevabas en la sangre el estigma de tu enfermedad cuando te conocimos. A pesar de todo lo que soportabas, sonreias siempre, siempre...

Nos daba la impresión, contemplando tu rostro sonrosado, que derrochabas salud. 

Nos recibiste con tu gracejo y alegría infantil, ¡eras tan joven aún! y te alegraste, especialmente cuando subimos a tu "chabolo" un día en el que por encontrarte baja de defensas no estabas entre las otras reclusas. 

Teníamos una maquina de fotografiar, nos lo habías pedido días antes porque, coqueta, querías tener un reportaje para ti solita,  ya que deseabas mostrárselo a tu gente, especialmente a tu hijita.

Agotamos el carrete. Siento en el alma no haber reservado para mí alguna foto tuya, que guardaría con mucho cariño.

Más tarde, en el hospital, compartimos horas de dolor contigo, tratando de hacerte olvidar la mordedura del mal, que te iba devorando. 

Pudiste combatirlo y de hecho lo intentaste, volviendo los colores a tu piel morena, color de aceituna como tu raza.

Pero todos los proyectos que te ha hacías, todas las promesas que te mentiste, rodaron por el suelo de tu vida.

Ahora estás allá, donde se pierden las estrellas. Donde de verdad serás libre... En aquel lugar en que estoy convencida, has encontrado esa felicidad que inútilmente buscaste aquí.

Nos dejaste el recuerdo de una mujer/niña que, a pesar de todo el dolor que soportaba, no le faltó la alegría, pero sí el coraje de vivir.

Si con tu muerte hay alguien que reflexiona y puede ver más allá de sus propias satisfacciones y demonios, y sale del pozo en que tú estuviste y del que por desgracia no pudiste salir, sé que sonreirás feliz.


María Ángeles Morera Serrano

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